Giorgio Mamani, el último futbolista combativo, sigue esperando en la concentración del Soweto para participar del Anti-Mundial, el mega encuentro político organizado por el movimiento globalifóbico, el partido Verde de Alemania y el mandelismo disidente para opacar al campeonato de la FIFA.
Con esta trascendental invitación, el goleador rebelde siente que su paso por este mundo tuvo sentido: por fin, las nuevas generaciones conocerán su vida y obra.
Alojado en un rancho africano, tan parecido a su hogar natal en Salta, Mamani se permite repasar su vida.
Nació en San Antonio de los Cobres, Salta, en 1950, cuando el 50% del PBI estaba en manos trabajadoras y las condiciones materiales de subsistencia estaban aseguradas con creces. Hijo de un empleado ferroviario, oriundo de Chuquisaca, y de una cocinera napolitana, Giorgio recibió las proteínas necesarias para practicar el atletismo y derrochar energía.
“La distribución de la renta peronista generó la generación de futbolistas que triunfarían un cuarto de siglo después”, suele explicar él.
Todavía era un niño andino cuando conoció a un profesor llamado Rodolfo Kush, que le hizo encontrar un sentido a la unión del mundo precolombino con lo criollo y europeo en la América actual, mestiza y sincrética.
Mientras se iniciaba en la vida atlética y comenzaba a lucirse en las categorías infantiles del San Antonio Footbal Club, ejercitó la lectura: pronto, de la colección Sandokán pasó a los libros de Jauretche, Scalabrini Ortiz, Ugarte, Orsi. El tomo de Justa, Libre y Soberana convivía con los de El Capital. La historia de Grecia y Roma se mezclaba con la de los caudillos populares. Ese lo convirtió en un referente dentro y fuera de la cancha.
La fallida experiencia guerrillera de Mascetti en Orán lo marcará de por vida. Poco después, se alistó en las FAP para, luego, sumarse a Montoneros. Su compromiso político y deportivo irá en aumento como la tensión del escenario nacional.
Un recorrido similar realizará tras el balón: del San Antonio FC fue transferido a San Martín de Tucumán para finalizar en Racing Club, institución afín a su militancia peronista.
Marcado por la época, impulsado por la imagen del Che, crea el FLN, Futbolistas Para la Liberación Nacional, que integrará el Frente Justicialista de Liberación (Frejuli) que llevará a Campora al Gobierno y a Perón al Poder. Traiciones, muertes, golpes y una larga noche sepultaron la ejemplar parábola de Mamani, zaguero ambidiestro, como buen peronista.
Por entonces, intentó modificar revolucionariamente los planteos tácticos y vislumbró a ese deporte como un arma para seducir a las masas. Fustigado por muchos por su “fútbol de guerrillas”, llevó las técnicas foquistas al campo de juego. Además, ideó el penalti molotov, incendiario disparo que quemaba redes y el tirolibre lanza-panfletos, que conscientizaba a arqueros más despolitizados. En más de una ocasión, se metió en las tribunas para dirigir a los hinchas en los enfrentamientos contra la policía. Y varias veces huyó las concentraciones para asistir a manifestaciones.
El esfuerzo militante y la belleza barroca que Mamani desplegaba sobre en el Cilindro de Avellaneda permitieron que el entrenador Cesar Luis Menotti lo convocara a integrar la Selección Nacional. En plena dictadura, se convirtió en el caudillo del equipo y la conducción de Montoneros diseñaría planes trascendentales para él.
El triunfo político-deportivo parecía la vuelta de la esquina. Sin embargo, el DT –vinculado al PC– recibió un llamado desde el teléfono rojo de Moscú y le ordenaron descartar al naposalteño para evitar dañar las relaciones comerciales entre la URSS y la Argentina.
Las causas que motivaron ese llamado permanecen todavía en penumbras. Tal vez, pronto, Mamani quiera develarlas.
Proscrito en las canchas, perseguido en las calles, ingresó a la clandestinidad. Sin avisar a sus superiores, Giorgio escapó a México con un pasaporte italiano. Muchos lo creyeron desaparecido y lloraron su muerte. Su rastro se perdió en los polvos de los caminos.
Ese fue el comienzo su incesante peregrinar que duraría hasta nuestros días: en todas las canchas donde triunfaba la injusticia, Mamani aparecía para predicar su fútbol revolucionario. Del país azteca viajó a Italia y de ahí pasó a Palestina donde armó –a pedido de Yasir Arafat- la única selección nacional de un estado que no existe. Más tarde visitaría la Libia de Gadafi e iría a Nicaragua y El Salvador para dar las cátedras “Fútbol para la Liberación”.
De todos lados, debió huir en secreto para proteger su vida y su rastro se perdió en una maraña de intereses y versiones jamás confirmadas. Silenciado por los reaccionarios, olvidado por muchos ingratos, Mamani jamás cedió a las miles de la fama y, con los años, fue adquiriendo una envestidura casi mítica.
Pero su tiempo de revancha ya llegó: Giorgio participará del Anti-Mundial de Sudáfrica y será su máximo orador.
De cierta forma, con semejantes honores, Mamani se siente renacer: por eso, le dedicamos este tema del Soweto String Cuartet.
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