miércoles, 16 de junio de 2010

Día 9: Tamales y empanadas

Todos borrachos y riendo. Así terminó el partido homenaje a la militancia social de Chile y Honduras organizado por Giorgio Mamani, el futbolista combativo, en el barrio de Soweto.

Desde ya, fue uno de los momentos más entretenidos del Anti-Mundial. La cita comenzó con un gran almuerzo a la canasta: los chilenos aportaron 50 docenas de empanadas y 30 cajas de vino Santa Elena, famoso por su buen precio y su áspero sabor. Mientras los hondureños trajeron 50 docenas de tamales. “Dos comidas que están presentes en toda la América Morena”, acotó el mentor de este encuentro deportivo-político.

Cuando todos estaban entonados, Mamani convocó a librar un "fulbito" en uno de los muchos potreros de esta barriada africana. “No me gustan los enfrentamientos entre países latinoamericanos porque amplían el proceso de balcanización, promovido por nuestras oligarquías hace 200 años”, arengó Mamani antes del punta pie inicial.

El equipo hondureño estaba dirigido por ex presidente Manuel Zelaya, quien comparte con Mamani ese destino errante, lleno de persecuciones y asilos. “Nuestra patria es como una pelota: vamos de un lado a otro, golpe a golpe”, se dijeron en broma.

Su equipo estaba preparado para la resistencia: la primera línea eran conformada por militantes y periodistas perseguidos por el régimen de Porfidio Lobos. Pero lo mejor era aportado por varios garifunas, descendientes de los antiguos esclavos, juegan con la misma gracia que bailan y cantan.

La dirección de la escuadra chilena era otro lujo: quedó en manos Miguel Littin, el director de El chacal de Nahuel Toro, quien supo integrar los órganos de prensa de la Unión Popular y del gobierno de Salvador Allende.

En el arco atajaba un minero del cobre con sus manos gastadas. La defensa estaba conformada por un mapuche –radicado ya en Holanda– y un sindicalista de la CUT. Al medio, se desempeñaba un desocupado de la Población Legua Emergencia, un barrio muy parecido al Soweto, otro representante del "conurbano global". El delantero era otro lujo: Alejandro Navarro, el díscolo senador del MAS, que siempre dispuesto a ir al frente.

El partido: como era de esperar no fue ninguna demostración de destrezas y talentos. Al mediodía, cuando el sol comenzó a pegar, cortaron rápido y se fueron a ver mirar por TV al encuentro de sus respectivas selecciones. “Ta bien… lo mismo hacíamos nosotros en México en el 78. Somos cuadros, pero no somos marcianos”, remarcó Mamani antes de regresar al salón comedor, donde continuaron brindando con vino Santa Elena.

Entre copa y copa, los muchachos de Chile le comentaron un rumor: un rumor sobre un romance entre el loco y la mami. Hacen linda pareja.


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