sábado, 12 de junio de 2010

Día 5: Entre Messi y Shangó

Nada de entradas regalas. Giorgio Mamani, el último futbolista combativo, no aceptó las dádivas de su viejo rival, Julio Grondona.

El precio de la dignidad es caro, pero no tanto como un ticket: lamentablemente, Mamani entró al estadio diez minutos tarde y se perdió el gol de Heinze porque su amigo Teko el cocacolero, estaba muy ocupado.

Resignado, se descargó cantando las típicas consignas contra el invasor inglés e instruyó a los amigos del Soweto para que cambien la letra de acuerdo a sus tradiciones socio-políticas: “El que no salta es un afrikanér”, repetían los luchadores mandelistas.

Mamani se quedó conforme con el desempeño argentino. Messi fue la vanguardia esclarecida que necesita todo aquel que quiere practicar el fútbol revolucionario. “Nos faltó un francotirador que fulmine al arquero”, recalcó mientras recorada a un wing palestino que ametralló a toda la barrera de defensores con tal de dejar el arco liberado.

Sin embargo, el veterano deportista realizó críticas al equipo argentino: “en el medio campo, nos falta un jugador del pejotismo bonaerense: necesitamos un Aníbal Fernández que no te deje pasar una. O, tal vez, un Mario Ishi que se inmole como un samurai para detener a los rivales".

De todas formas, Mamani tiene una gran estima por los nigerianos. “La América Morena le debe mucho a esa tierra habitada por el entrañable pueblo Yoruba: hoy pocos recuerdan que, en el Golfo de Guinea, fueron capturados la mayor parte de los africanos traídos a América como esclavos”, suele comentar Giorgio.

“De ellos, heredamos infinitos rasgos culturales: los Yorubas nos enseñaron la cultura de las palmas y los tambores, presentes en todas las fiestas y manifestaciones populares”, indicó evocando al contagioso sonido de los bombos peronistas.

"A ellos, les debemos varias danzas y géneros musicales”
, planteó apuntando que el candombe, el zamba y el tango -ritmos típicos de Uruguay, Brasil y Argentina, únicos campeones mundialistas del continente- tienen raíces yoruguas.

También de esta brava estirpe heredamos muchos de los cultos afroamericanos. Pero por suerte ni Shangó (el dios del Trueno) ni Oia (el señor del viento y el fuego), pudieron con los defensores del equipo maradoniano.

Alegre y satisfecho, Mamani se retiró del estadio sin provocar desmanes y regresó al Soweto para entrarle a un delicioso Potjiekos, una especie de guiso, similar a nuestra carbonara.

Fiel a sus convicciones, el indómito veterano prefirió cenar junto a sus camaradas del Anti-Mundial antes que ponerse a mirar la partido entre Inglaterra y Estados Unidos. “Es simple enfrentamiento inter-imperialista para ver quién paga los costos de ese ´Chernobil Petrolero´ que provocó la British Petroleum en el golfo de México”, declaró Giorgio con su reconocido estilo, antes de perderse en la negrura de la noche africana.


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