miércoles, 9 de junio de 2010

Día 3: Cerveza Chibuku y Shakira

"En el Soweto se toma la cerveza, Chibuku Shake Shake en tetrabrik".

Eso fue lo primero que contó, anoche por teléfono, Giorgio Mamani. Como todos saben, el último futbolista combativo está en Sudáfrica para participar del Anti-Mundial de Sudáfrica, el mega evento organizado por el movimiento globalifóbico.

Excitado por estas vivencias, Mamani relató que unos militantes de base del mandelismo disidente lo llevaron a dar un paseo por los carritos y barzuchos del Soweto, el barrio más pobre de "Yojanesburg", una especie de delegación del "conurbano global".

A eso de las 11 de la mañana, los muchachos le invitaron la primera cerveza y le explicaron que las Chibuku Shake Shake, tal como su nombre lo indica, deben batirse antes de ser consumidas.

Por su parte, Mamani –como buen hijo de un ferroviario boliviano y promotor de la cultura quechua– les enseñó a arrojar un poco de bebida al suelo para honrar a la Pachama Mama.

Con la tercera cerveza, Mamani descubrió que la Chibuku tiene más octanaje que las demás cervezas y que, incluso, muchas naftas.

Con la quinta cerveza, Mamani -como buen hijo de una cocinera napolitana y promotor de la cultura gastronómica- quiso conocer algunos platos típicos. Así se pidió unos boerewors (una especie de salchichas parrilleras) y las Sosaties, unos brochetts armados con carne de búfalo y gacela que vienen sazonadas con las salsas y especias africanas.

Aunque él se exilió en México, estos picantes le dieron sed. Y esa fue la vana coartada para continuar abriendo y batiendo las Chibuku Shake Shake.

Con la séptima cerveza, Mamani descubrió que el sol africano pega más que el del antiplano y que, en su sangre, el alcohol entraba en combustión.

Con la décima Chibuku, Mamani descubrió que, enfrente del carrito donde bebían, estaba Shakira. En un primer momento, pensó que era un espejismo causado por el calor, un efecto no deseado de las Chibuku o una alucinación producida por alguna enfermedad tropical.

Sin embargo, advirtió que todo era cierto cuando apreció la cara de gomazo de Antonito de la Rúa.

Rodeada por varios guardaespaldas con pinta de rugbiers de los Springbok y varios fotógrafos de las agencias internacionales, Shakira había sido llevada por Unicef hasta la escuela Isu'lihle del Soweto para “enseñarle a los niños el baile y la canción oficial del Mundial” (SIC).

“Hips don't lie”, planteaba la estrella pop mientras les mostraba a los a alumnos como batir las caderas y Mamani sólo pensaba a batir otra Chibuku Shake Shake.

Tolerancia. Eso era lo que él pensaba ejercer ante este espectáculo decadente y pasatista. Sin embargo, cuando escuchó a la cantante decir que "el Mundial es una gran oportunidad para que toda la atención se centre en temas tan importantes como la educación", Mamini se brotó.

Todos conocemos su carácter combativo. Todos conocemos que, sin una gota de alcohol, ya es muy vehemente. Así que podemos imaginar que, cuando Mamani se mana, se pone más pendenciero que el secretario Moreno.

De pronto, sin que los militantes y los guardias pudieran frenarlo, se abrió paso a los codazos y encaró a Shakira.

MAMANI: No podes decir eso, vos, atorranta.
SHAKIRA: ¿Qué dice éste?
MAMANI: Que no podes hablar de educación…
SHAKIRA: Para que sepa, la Fundación Alas, tiene un serio compromiso con la educación.
MAMANI: Tu fundación es una cueva de neliberales garcas que hundieron a América Latina.
SHAKIRA: No diga eso.
MAMANI: Igual, ¿qué se puede esperar teniendo como suegro a De la Rua?
SHAKIRA: Tony, atiéndelo.

Entre los guardaespaldas con cara de nazis, emergió Antonito de la Rúa.

- “¿Qué pasa acá?”, preguntó, con una papa en la boca, el eterno hijo de y esposo de.
- “¿Qué pasa? Pasa que son unos garcas neoliberales. Y que tu viejo tiene manchadas las manos de sangre”, espetó Mamani.
- “Le informo que mi padre acaba de ser sobreseído”, comentó con su turbeculoso acento.
- “Es un asesino de militantes populares”, replicó el fundador de Futbolistas para La Liberación.
- “Demuéstrelo en la Justicia”, respondió jactanciosamente Antonito.

Y eso fue para peor. Esa respuesta lo calentó más aún: nada lo calienta más que un ser bajo y petulante pida pruebas judiciales ante lo evidente. Entonces, furioso como un león, sudoroso como un búfalo, Mamani le zampó un izquierdazo al recoleto muchacho detonando una trifulca de la gran puta. La multitud que rodeaba a la cantante se batió como Chibuku Shake Shake y los palos de los guardias comenzaron a volar como en los viejos tiempos del Apartheid.

Por suerte, no hubo detenidos. Gracias a la experiencia del futbolista camporista y a la práctica de los militantes mandelistas, fogoneados en la protestas de 1976 (que terminaron con 500 muertos), todos pudieron escapar de la represión.

Pero eso no es todo: cuando Mamani llegó a la jefatura del Comité de Organización del Anti-Mundial lo reprendieron por su falta de disciplina.

La representante del Partido Verde de Alemana le achacó que por esos disturbios podrían perder la subvención de la Unión Europa, mientras que el delegado de Green Peace planteó que los envases tetrabrik de Chibuku Shake Shake tardan 300 años en biodegradarse. Por su parte, una docente, enrolada en la CTA, le recordó que no se ingresa a una escuela alcoholizado.

Estos planteos le cayeron peor que la Chibuku. Y cuando Mamani se empaca puede pasar cualquier cosa.




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