Anoche Giorgio Mamani, el último futbolista combativo, se durmió temprano: en el Soweto no había clima de joda debido a la tragedia de la biznieta de Mandela.
Por eso, Giorgio se acostó pensando en los parecidos con el líder negro: ambos representan a una mayoría política oprimida, a una raza acorralada. Ambos conocieron las persecuciones y penas. Y, cuando estaba todo preparado para darles un homenaje ecuménico y politizar el verde césped, ese reconocimiento fue negado por las fuerzas inexplicables: Mandela sufrió ese nefasto accidente y Mamani sufrió a las Chibuku. “Nos cortaron las piernas”, suspiró Mamani.
“El destino a veces nos tiende una trampa y uno de puro guapo va y pone la pierna”, manifestó Mamani, preso de sus tribulaciones, intentando explicar su carácter belicoso y su culto a los excesos, que tantos problemas le trajo. “Mil veces lo hablé con Diego y jamás pudimos entender porqué mierda lo hacemos”, contó elípticamente Mamani antes de dormirse. "Él me comprende porque salimos de un barrio como el Soweto", sugirió.
Hoy, Mamani, se despertó a la madrugada y dijo: “soñé que Maradona, esta vez, escapaba a las trampas del destino”. Con esa corazonada, se levantó y se fue para el Ellis Park.
No hay comentarios:
Publicar un comentario