viernes, 11 de junio de 2010

Día 4: Inauguración

Hoy, era su día. Estaba todo listo para la inauguración del Anti-Mundial que iba convertirse en un homenaje a la trayectoria de Giorgio Mamani, el último futbolista combativo.

Sin embargo, él decidió pegar el faltazo. Minutos antes del inicio, huyó del Comité de Organización pegando un portazo y mandando a los de “Green Peace a la recalcada concha de su hermana”.

Mañoso y pendenciero, Mamani alegó que no le gustaron los planteos que le hicieron ayer.

Pero en realidad le ocurre otra cosa: no se banca es a la “aristocracia” del movimiento antiglobalización y guarda duras opiniones sobre sus máximos algunos de sus referentes.

Mamani considera que:

- José Bové es un chacarero ambicioso como de Angelis.
- Noami Klein una canadiense cuyo único mérito es refritar la literatura tercemundista de los últimos 40 años.
- Ignacio Ramonet, un representante del gorilismo francés que combatió a Chávez hasta que luego vio “la luz”.
- Manu Chao es un incapaz que no puede hacer una canción sin usar diminutivos.

Las fuerzas del destino pudieron más que las de su propio ego. Por eso, cuando iba a recibir los tan merecidos honores, prefirió abandonar las comodidades y los laureles para volver a convertirse en un clandestino y protegerse en la retaguardia del pueblo sudafricano. Otra vez se dejó llevar por la vida errante y su cardinal misión: predicar el futbol revolucionario.

Así fue abandonó el Soweto, todavía con su boca pastosa por las Chibuku de ayer, y encaró para Johannesburgo, la elegante ciudad, beneficiada con la renta minera sudafricana. “Pronto, Pino Solanas manifestará que esunescándalo”, pensó Mamani mientras caminaba.

La multitud lo guió hacia el Soccer City y, allí, recordó las palabras de Scalabrini Ortiz: “En las cosas humanas el número tiene la grandeza particular por sí mismo. En ese fenómeno majestuoso que asistía, el hombre aislado es nadie, apenas algo más que un aterido grano de sombra que asimismo se sostiene y que el impalpable viento de las horas desparrama. Pero la multitud tiene un cuerpo y un ademán de siglos”.

Este baño de multitud le quitó la resaca del día anterior y se le antojó futbol. Así en bar le arrebató la cartera a una pareja de jubilados ingleses logrando conseguir no sólo las entradas sino también financiación para sus próximas aventuras. “Ellos nos robaron las Malvinas”, se justificó Mamani.

“Las ceremonias mundialistas son el verdadero opio de los pueblos”, comentó Mamani, cabeceando en las tribunas. Sólo salió de su letargo para silbar a Joseph Blatter.

En lo extricamente futbolítico, Mamani también estaba en problemas. No sabía si alentar por Sudáfrica, el país que lo rescató del olvido, o por México, el país que lo rescató en los tiempos de la dictadura.

“A diferencia de aquellos que militaban en organizaciones internacionalistas y conseguían exiliarse en Suecia, Holanda, o Noruega, los peronistas carecíamos de estructuras que nos recibieran en el exterior”, suele plantear Mamani y considera que la fraternalidad entre el PRI y el PJ se debe a su carácter de ideologías autóctonas.

Más allá de ese melancólico recuerdo, Mamani cree que México en lo futbolístico es lo que el Subcomandante Marcos a la política: mucho blablá y ningún logro.


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